LA LEYENDA DEL PEZ KOI, EL PEZ DRAGÓN.
Nuestro escudo de Judo, esta lleno de cositas muy muy curiosas, y lo que más nos llama la atención son esos pececitos que se tocan uno la cola al otro formando un circulo.
Esos pececitos son carpas, pero no unas cualquiera, son carpas Koi (su homónimo en japones significa "amor" o "afecto") , siendo un pez muy querido en Japón, país de donde proviene el Judo.
Los Koi, son símbolo de suerte, valentía, curiosidad, perseverancia y evolución, siendo muy famosetes y comunes en los tatuajes orientales.
Se han colocado estos pececitos formando un circulo, simbolizando el continuo aprendizaje y fortaleciendo la idea de perseverancia en la práctica del Judo.
Os dejamos la leyenda del Pez Dragón, una historia oriental preciosa:
Enlace al video sobre la Historia del Pez Koi. (Haz clic clic aquí judoca)
Hace mucho tiempo en un pasado lejano, el agua del río azul que fluía desde el cielo y el río dorado que fluía desde la tierra, estaban separados por el legendario Portal del Dragón.
El río dorado, llamado así por el color oro de sus aguas, era el último lugar donde podían nadar libremente los habitantes del mar; ya que los dioses caminaban en la tierra habían destruido su inmenso hogar, creyéndose los dueños verdaderos de too lo que alcanzaban sus ojos.
Entre todos los habitantes de sus aguas, la familia de peces Koi eran los más hermosos de todos, brillaban a la luz del sol como estrellas relucientes. El de color negro era el papá Koi, el rojo la mamá Koi y su pequeño hijo Koi destacaba por un color azul profundo.
Lo que más deseaba el pequeño pez Koi era llegar a aguas del río azul pues su padre le contó que hubo un tiempo en que no existían barreras entre un lugar y otro. Y los peces más valientes, os peces dragones volaban en lo cielos, como perlas iluminando toda la oscuridad. La entrada se encontraba río arriba y traspasando el Portal del Dragón, se llegaba a la Gran Cascada del Río Azul. A todo aquel que llegara le salían alas doradas, para volar, convirtiéndose así en Pez Dragón.
El pequeño pez Koi, decidido a encontrar la Gran Cascada se dispuso a nadar río arriba contra la corriente. Los otros peces desanimados pensaban que era más fácil nadar con la corriente y no se molestaban en descubrir que había más allá de la cascada pues los caminantes de la tierra ponían trampas para burlarse de ellos.
A pesar de ser la corriente tan fuerte, el pequeño pez Koi haciendo un gran esfuerzo, aleteó lo más fuerte que podía. Avanzaba lentamente pero poco a poco iba haciendo camino y se abría paso por el río. El ruido del chapoteo llamó la atención de los caminantes de la tierra, enfadados porque un pez pequeño se atreviera a desafiarlos, mandaron llamar al monstruo de la gran boca el cual se tragaba entero todo lo que nadaba a su paso.
Ellos no contaban con el que el pez Koi tenía un tamaño muy pequeño y por ello, sin problemas, atravesó la piel agujereada del monstruo. Siguió nadando río arriba y de pronto el agua se tornó oscura y sucia. No podía ver nada y comenzaba a encontrarse mal. Los caminantes de la tierra se jactaban de haber vencido los esfuerzos del pequeño pez, cuando de pronto desde la orilla el Dios del Aire compadecido mandó llamar a un remolino de viento que se llevó toda la suciedad y le despejó el camino para que continuara.
El pez Koi continuó, y estaba cerca lo presentía en sus aletas. Siguió y siguió nadando, pero algo extraño pasaba, había menos agua a su alrededor. Y de pronto se topó con un muro de piedra que se elevaba casi hasta el cielo. ¿Qué podría hacer ahora? Al otro lado se encontraba el portal del dragón, Entonces pensó que su única posibilidad era saltar lo más fuerte que pudiera, lo lo intentó y el pez Koi no se rendía, a pesar de que oía la risa de los caminantes burlándose de él. Una y otra vez arrojó su cuerpo al aire para caer de nuevo al agua.
Estaba tan cansado que incluso parecía que el muro era mucho más alto. Pero nunca quiso darse por vencido. El Dios de las Aguas que le estaba observando, emocionado por su valentía quiso echarle una mano, ya que los caminantes habían detenido su curso y despreciado sus aguas a capricho. Cuando el pez Koi reuniendo todas las fuerzas que le quedaban se preparaba para el último salto, el Dios de las Aguas hizo llamar a las olas y su salto se elevó hasta alcanzar la cima y poder pasar al otro lado hacia La Gran Cascada del Río Azul.
Y así debido a que no se rindió nunca el pequeño pez Koi, pudo saltar al otro lado del portal y desapareciendo en la niebla, renació como un precioso Pez Dragón. Por las noches se puede ver al pequeño pez chapoteando alegremente por las aguas del gran río Azul.
Y desde ese día siempre que otro pez encuentra la fuerza, el coraje y la perseverancia como hizo el pequeño pez Koi de subir a contracorriente superando sus dificultades, es recompensado con la metamorfosis y transformado en un precioso Pez Dragón.
Estaba tan cansado que incluso parecía que el muro era mucho más alto. Pero nunca quiso darse por vencido. El Dios de las Aguas que le estaba observando, emocionado por su valentía quiso echarle una mano, ya que los caminantes habían detenido su curso y despreciado sus aguas a capricho. Cuando el pez Koi reuniendo todas las fuerzas que le quedaban se preparaba para el último salto, el Dios de las Aguas hizo llamar a las olas y su salto se elevó hasta alcanzar la cima y poder pasar al otro lado hacia La Gran Cascada del Río Azul.
Y así debido a que no se rindió nunca el pequeño pez Koi, pudo saltar al otro lado del portal y desapareciendo en la niebla, renació como un precioso Pez Dragón. Por las noches se puede ver al pequeño pez chapoteando alegremente por las aguas del gran río Azul.
Y desde ese día siempre que otro pez encuentra la fuerza, el coraje y la perseverancia como hizo el pequeño pez Koi de subir a contracorriente superando sus dificultades, es recompensado con la metamorfosis y transformado en un precioso Pez Dragón.
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